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Por qué perdonar






Por qué perdonar. La pregunta tiene su lógica: si es tan difícil perdonar, al menos ciertas ofensas, ¿qué necesidad tenemos de hacerlo?; ¿vale la pena?, ¿qué beneficios trae consigo el perdón?; en definitiva, ¿por qué habremos de perdonar?

El primer motivo que probablemente vendrá a la mente es que, cuando perdonamos, nos liberamos de la esclavitud producida por el odio y el resentimiento, para recobrar la felicidad que había quedado bloqueada por esos sentimientos. Algo que ayudaría muchísimo es darme cuenta que sentir el resentimiento hacia otra persona, he depositado mi felicidad en las manos de esa persona. Le he conferido un poder muy real hacia mí. Volveré a ser libre cuando tome en mis manos la responsabilidad de mi propia felicidad.
Esto normalmente quiere decir que debo perdonar a la persona que resiento. Debo liberar a esa persona de la deuda real o imaginaria que me debe y debo liberarme a mí mismo del elevado precio del constante resentimiento.

También tiene mucho sentido perdonar en función de nuestras relaciones con los demás. Las diferencias con las personas que tratamos y queremos forman parte ordinaria de esas relaciones. Algunas veces, tales diferencias pueden convertirse en agravios, que duelen más cuando provienen de quienes más queremos: los padres, los hijos, el propio conyugue, los amigos o las amigas. Si existe la capacidad y disposición de perdonar, estas situaciones dolorosas se superan y se recobra el amor a la amistad. En cambio, sino se perdonan, el amor se enfría o, incluso, puede quedar convertido, en odio; y la amistad, con todo el valor que encierra, puede perderse para siempre.

Además de estos motivos humanos para perdonar, existen rezones que podríamos llamar sobrenaturales, porque derivan de nuestra relación con Dios. De ninguna manera se contraponen a las anteriores, sino que las refuerzan y complementan. Hay algunas situaciones extremas en las que los argumentos humanos resultan insuficientes para perdonar, y entonces, se hace necesario recurrir a este otro nivel trascendente para encontrar el apoyo que falta. ¿Cuáles son estas razones?

Dios nos ha hecho libres y, por tanto, capaces de amarle o de ofenderle mediante el pecado. Si optamos por ofenderle, Él nos puede perdonar si nos arrepentimos, pero para ella ha establecido una condición: que antes perdonemos nosotros al prójimo que nos haya agraviado. Así lo repetimos en la oración del padre nuestro:”Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Podríamos preguntarnos porque Dios condiciona su perdón a que nosotros perdonemos y, aún más, nos exige que perdonemos a nuestros enemigos incondicionalmente, es decir, aunque éstos no quieran rectificar. Lógicamente Dios no pretende dificultarnos el camino y siempre quiere lo mejor para nosotros. Él desea profundamente perdonarnos, pero su perdón no puede penetrar en nosotros sino modificamos nuestras disposiciones. Al negarnos a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, se endurece y se lo hace impenetrable al amor misericordioso del padre. Dios respeta nuestra libertad. Condiciona su intervención a nuestra libre apertura para recibir su ayuda. Y la llave que abre el corazón para que el perdón divino pueda entrar es el acto de perdonar libremente a quien nos ha ofendido, no sólo alguna vez, aisladamente, sino incluso de manera reiterativa.
Porque tal vez no es tan difícil perdonar sólo una gran ofensa. ¿Pero cómo olvidar las provocaciones incesantes de la vida cotidiana?, ¿cómo perdonar de manera permanente a una suegra dominante, a un marido fastidioso, a una esposa regañona, a una hija egoísta o a un hijo mentiroso? A mi modo de ver, sólo es posible conseguirlo recordando nuestra situación, comprendiendo el sentido el sentido de estas palabras en nuestras oraciones de cada noche: “perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Sólo en estas condiciones podemos ser perdonados.
Además Jesús insistió muchas otras veces en la necesidad del perdón. Cuando Pedro le pregunta si hay que perdonar hasta siete veces, le contesta que hasta setenta veces siete, indicando con la respuesta que el perdón no tiene límites; pidió perdonar a todos, incluso a los enemigos, y a los que devuelven mal por bien. Para el cristiano, estas enseñanzas constituyen una razón poderosa a favor del perdón, pues están dictadas por el maestro.

Pero Jesús que es el modelo a seguir para quien tiene fe en él, no sólo predicó el perdón sino que lo practicó innumerables veces. En su vida encontramos abundantes hechos en los que se pone de manifiesto su facilidad para perdonar, lo cual es probablemente la nota mejor que expresa el amor que hay en su corazón: Por ejemplo mientras los escribas y fariseos acusan a una mujer sorprendida en adulterio, Jesús la perdona y le aconseja que no peque más; cuando le llevan a un paralítico en una camilla para que lo cure, antes le perdona sus pecados; cuando Pedro lo niega por tres veces, a pesar de las advertencias, Jesús lo mira, lo hace reaccionar y no solamente le perdona, sino que le devuelve toda confianza, dejándole al frente de la Iglesia. Y el momento culminante del perdón de Jesús tiene lugar en la cruz, cuando eleva su oración por aquellos que le están martirizando: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

La consideración de que el pecado es una ofensa a Dios, que la ofensa adquiere dimensiones infinitas por ser Dios el ofendido, y a pesar de ello Dios perdona nuestros pecados, cuando ponemos lo que está de nuestra parte, nos permite ver la desproporción tan grande que existe entre ese perdón divino y el perdón humano. Por eso resulta muy lógico el siguiente consejo: “Esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te perdona Dios a ti”. Y este “más” incluye el aspecto cuantitativo, es decir las innumerables veces que hemos ofendido a Dios y Él ha estado dispuesto a perdonarnos. Por eso, este argumento tiene valor perenne, cualquiera que sea la magnitud de la ofensa que hayamos recibido, y el número de veces que hemos sido agraviados.

Hasta donde perdonar

Hay ofensas que parecerían imperdonables por su magnitud, por recaer en personas inocentes o por las consecuencias que de ellas se derivan. Humanamente hablando no encontraríamos justificación suficiente para perdonarlas, y es que el perdón no se puede entender, en toda su dimensión y en todos los casos, con esquemas sólo humanos. Sólo desde la perspectiva de Dios podemos comprender que incluso lo que parece imperdonable puede ser perdonado, porque “no hay límite ni medida en el perdón, especialmente en el divino”. El hombre si realmente desea perdonar, debe vincularse a Dios. Sólo así se explica, por ejemplo, el testimonio de Juan Pablo II que sacudió a la humanidad cuando, a los pocos días del atentado del 13 de mayo de 1981, en cuanto salió del hospital, visitó personalmente a su agresor, Ali Agca, lo abrazó, y posteriormente comentó: “Le he hablado como se le habla a un hermano que goza de mi confianza, y al que he perdonado”.

Esta universalidad del perdón incluye también aquellas ofensas que más nos cuestan perdonar: las que padecen las personas que más amamos. Emocionalmente experimentamos en estos casos que, si perdonamos a quienes han cometido el abuso, estamos traicionando el afecto que sentimos hacia la persona ofendido. Pero una vez más será preciso no dejarse llevar por el sentimiento y tratar de distinguir el afecto que sentimos hacia ese ser querido, y la acción de perdonar. Y en la medida de nuestras posibilidades procuraremos concretar el amor buscando el bien de ambas partes: de quien ha recibido la ofensa y amamos naturalmente, mediante la ayuda y el afecto que le convenga, de quien ha cometido la ofensa, a través del correctivo que le facilite rectificar su conducta.

La ausencia de límites y medida en el perdón incluye también volver a perdonar cada vez que la ofensa se repita. La frese de Jesús, “hasta setenta veces siete”, tiene este sentido. Perdonar siempre significa que cada vez que se repite el perdón es como si fuera la primera vez. Porque lo pasado ya no existe. Porque todas las ofensas anteriores fueron anuladas y todas han sido borradas del corazón.

No Confundir el Perdón con la Codependencia

Es cierto que debemos perdonar "hasta 70 veces siete", es una realidad que debemos perdonar todas las veces que somos ofendidos. Sin embargo, también debemos ser cautelosos y conscientes de la dignidad de nuestra persona, de la protección y la salvaguarda de nuestra integridad, así como de la protección y salvaguarda de la integridad de personas que están a nuestro cuidado. Es importante cancelar una deuda moral, pero esto no significa que debamos exponernos a un peligro constante y latente.

Cuando una persona agrede repetidamente de una manera violenta y física a nosotros o a personas que estén a nuestro cuidado, tal vez como efecto de alguna adicción padecida por el agresor, es importante cancelar la deuda moral para estar en paz con aquella persona y con Dios, así como con nosotros mismos, pero es preciso tomar las precauciones y medidas que sean necesarias para nuestra protección. Incluso si es necesario, apartándonos del agresor y hasta rompiendo la relación con esta persona que puede resultar peligrosa.

No debemos confundir el "perdonar 70 veces siete" con una actitud de codependencia, en la que dependemos para vivir como una adicción, de una persona que nos agrede y nos pone en riesgo. Debemos recordar que Dios quiere que perdonemos en primer lugar por nuestro propio bien, para que no carguemos con ese peso del resentimiento que nubla nuestra paz interior y nuestra relación con otros y con Dios mismo. Al mismo tiempo, Dios quiere que se respete nuestra integridad.


Reflexión final:

Si perdonas en nombre de Cristo, debes hacerlo como Él. ¡Qué difícil! Pero hay que intentarlo porque Cristo quiere perdonar, y el hombre necesita ser perdonado, y tú puedes dar ese perdón.

No te canses de perdonar como Cristo, aunque falte mucho para igualar al modelo; no te canses y si además lo tratas de hacer como Él lo haría, ¡mil veces!

Necesitan tus hermanos sentir la mano de Cristo en el hombro, el beso de Dios en la frente; la mano que enjuga las lágrimas. Tú eres esa mano y ese beso de Dios; intenta hacerlo como Dios. Si perdonas como Él, te perdonarán; si enjugas lágrimas con idéntica ternura, ellos te amarán; si les besas en la herida purulenta, sanarán.

¡Qué difícil! Pero tienes que intentarlo, aunque al principio no te salga igual; intenta hasta que seas de verdad ese Cristo en la tierra, ese Cristo que los hombres odian, y que, sin embargo, necesitan más que el pan y el vino. Te necesitan, no te escondas de ellos, aunque sólo en el cielo te lo agradezcan.

Tu corazón debe acostumbrarse a amar y hacerlo con gusto y con amor; tu corazón debe aprender a perdonar, a perdonar mucho, a perdonar con amor. Si perdonas en nombre de Cristo, debes hacerlo como Él.




¿Estas pasando por una prueba?





"ESCUDRIÑAME, SEÑOR...; EXAMINA MIS ÍNTIMOS PENSAMIENTOS Y MI CORAZÓN..." (Salmo 26:2)

Las pruebas demuestran lo que hayas aprendido. Hasta que no seas probado no sabrás realmente lo que sabes y lo que no sabes. Las pruebas son oportunidades para demostrar nuestra madurez y nuestro potencial. Así que, recuerda que (a) pasarás por pruebas en cada etapa de tu crecimiento; (b) tu objetivo en cada caso deberia ser de pasar la prueba, de otra manera tendrás que pasarla una y otra vez hasta que lo consigas; (c) una prueba viene siempre antes de una promoción; en realidad, te prepara para ella y demuestra que estás listo para manejarla. Si haces trampas o tratas de copiar las respuestas de alguien, puede parecer temporalmente que hayas progresado. Pero eventualmente, el tiempo y las circunstrancias revelarán lo que eres: alguien que no puede manejar lo que manipulaba para conseguirlo; (d) la autopromoción nunca puede sustituir la promoción divina. Por lo tanto, no te precipites delante del Señor; espera, y permítele a que abra la "puerta"; (e) un producto no puede ser utilizado con seguridad y rentabilidad hasta que no haya sido probado a fondo, ni tú tampoco. Dios no es un padre duro de corazón que disfruta viendo la lucha de sus hijos a través de las pruebas de la vida. Si te visitara en persona, probablemente diría: "No me gusta que tengas que pasar por esto, pero es la única manera de probar si estás listo para lo que se te avecina en el futuro. Antes de que pueda usarte grandemente, debo probarte en profundidad". Generalmente, las pruebas del Señor tienen que ver con tu carácter. Y como es el caso de cualquier buen actor en una obra de teatro, eso no tiene nada que ver con el guión; tu trabajo debe ser que "representes tu propio carácter". Independientemente de lo que hagan los demás, sigue el "guión" que Dios tiene para tu vida.

Examinemos algunas de las pruebas que Dios suele usar en nuestro desarrollo:

(1) La prueba de las cosas pequeñas. Esta prueba viene cuando se nos pide que hagamos algo inferior a nuestra capacidad y potencial. Esto demostrará lo fiel que somos con los compromisos y también revelará si realmente estamos listos para responsabilidades mayores. Jesús dijo: "El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel..." (Lc.16:10);


(2) La prueba de los motivos. Esta prueba viene a nosotros cuando hacemos todas las cosas correctamente - pero no necesariamente por los motivos correctos. Es bueno orar; no obstante, Jesús advirtió: "Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman... ser vistos por los hombres" (Mt.6:5). A veces, hasta no conocemos ni nuestro propios corazones. Es por eso que necesitamos el "espejo" de la Palabra del Señor: "La palabra de Dios... discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebr.4:12). Cuando estés delante de Cristo para ser evaluado y recompensado, la pregunta no será qué hiciste, sino ¿por que lo hiciste?;


(3) La prueba de la mayordomía. Jesús dijo: "Dad y se os dará..." (Lc.6:38). Sólo cuando tu mano esta "abierta", puedes recibir más de parte del Señor. La práctica de dar regularmente te impide ser poseído por lo que posees. El dinero se llama 'moneda corriente' porque se supone que fluye a través tuya. Cuando lo retienes por miedo o por avaricia, limitas lo que Dios quiere darte. ¿Quieres que Él continúe la "corriente" de bendición en tu vida? Entonces, ¡sé como un río, y no como un estanque!


(4) La prueba del "desierto". Esta prueba viene cuando nos sentimos espiritualmente secos y nuestro nivel de alegría está muy bajo. Ella revela nuestra capacidad de adaptarnos a la adversidad y el cambio, resultando en que entremos en un nuevo nivel de crecimiento. Demuestra que somos capaces de funcionar bien incluso cuando la vida no es muy divertida en esos momentos. "...te hizo caminar por un desierto grande y espantoso... probándote, para a la postre hacerte bien..." (Deut.8:15-16b). La prueba del "desierto" consiste en que nos rindamos al dolor a corto plazo, confiando en que, al final producirá un beneficio a largo plazo;


(5) La prueba de la credibilidad. Nada es más importante que tu confianza ante Dios y tu credibilidad ante la gente. Cuando Lot trató de rescatar a sus yernos de la destrucción de Sodoma, "...sus yernos pensaron que bromeaba" (Gn.19:14:b). Probablemente habían visto el trato egoísta que él tuvo con su tío Abraham, se habían enterado acerca de sus transacciones de negocio sospechosos (lee Génesis 13:1-11), y como consecuencia, él perdió su credibilidad cuando más importante era. ¿Te pasa esto a ti también?;


(6) La prueba de la autoridad. Antes de que Pablo llevara el evangelio a los gentiles fue primero a Jerusalén y expuso su plan a los apóstoles, pidiéndoles su bendición. No tenia la actitud de "Nadie va a decirme lo que debo hacer". Dios puso a David bajo un líder cretino llamado Saúl. Es horrible saber que tu jefe quiere matarte (lee 1 Samuel 18:11), pero puedes aprender tanto de los errores de un fracaso como de los logros de una proeza. Porque David se sometió a Saúl, se cualificó para sentarse sobre su trono. ¿Quieres ser un líder? Aprende a ser un seguidor, y ¡sometete!


(7) La prueba de la ofensa. Jesús dijo: "Imposible es que no vengan tropiezos..." (Lc.17:1). Así que, ¡preparate! Los que lideran siempre reciben lo peor de la crítica despiadada. La "linea de combate" no es ningún lugar para el caprichoso o el cobarde. Así que, ¿qué vas a hacer cuando vengan las ofensas? ¿Ponerte furioso, para no llegar a ninguna parte, vengarte, para entrar en problemas, o superarlo, practicando el perdón? "...perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas" (Mc.11:25)


(8) La prueba de la lucha espiritual. Esta prueba es para los que pretenden ser fuertes en la fe pero demuestran ser débiles en la lucha. "Luego que el fraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca, pues dijo Dios: 'Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y regrese a Egipto'" (Ex.13:17). Ahora bien, no has sido llamado para ser insensible y áspero pero si vale la pena perseguir tu destino, también vale la pena luchar por él. Por lo tanto, ¡endurécete! Estamos en un campo de batalla, y ¡no en un camino de rosas! Cada día debes tratar al enemigo usando cada arma espiritual que esté a tu disposición. Si no lo haces, él te robará todas las bendiciones que el Señor te ha dado, incluyendo tu identidad, tu testimonio, tu integridad, tu familia, tu llamada y tu futuro. Esta prueba demostrará tu capacidad de seguir con tu visión incluso cuando estés experimentando decepción y oposición. Por eso, recuerda que el nivel del ataque es el mejor indicador en cuanto al nivel de la bendición que te espera más allá del ataque.


(9) La prueba del tiempo. Esta prueba tiene dos dimensiones: una revela la fuerza del impacto que tenga tu vida y la otra su longitud. Cada una exige que "pongas tu firma" con excelencia debajo de todo lo que emprendas. Todavia funciona la luz eléctrica aun cuando Edison haya abandonado el "edificio". Aún se está cuidando de los necesitados, aunque el general Booth (el fundador del Ejército de la Salvación) esté bajo la tierra. Ahora bien, es posible que tu "legado" no alcance esas alturas, pero tu influencia puede seguir despúes de la muerte. Y la prueba del tiempo tiene una segunda dimensión, una que es eterna. Como vives tu vida hoy, determinará tus recompensas y posición en el Cielo: "...la obra de cada uno se hará manifiesta... La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará" (1.Cor.3:13);


(10) La prueba del Señorio. Simón Pedro pasó esta prueba obedeciendo una instrucción que pareció no tener sentido en absoluto. Jesús le dijo: "'Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar'. Respondiendo Simón, le dijo: 'Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red'. Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía" (Lc.5:4b-6). En primer lugar, Pedro intentó pescar solo, y fracasó. Después trató de hacerlo con Jesús, y tuvo éxito. El mismo pescador, el mismo barco, y las mismas redes. ¿Qué es lo que había cambiado? Pedro estaba dispuesto a hacerlo de la manera que lo hizo el Señor. Si quieres alcanzar el buen éxito, dirígite a Dios, escucha a lo que Él tiene que decirte - y ¡hazlo!




¿Como superar una situación difícil?





Hay circunstancias en nuestra vida que pasan muchas veces permitidas por Dios y otras a causa de nuestra desobediencia y malas acciones. Las situaciones difíciles que más podemos afrentar son: Escasez económica, Falta de trabajo (desempleo), Problemas con tu pareja, Problemas con tu familia, problemas con los hermanos de la iglesia o congregación, etc.

¿Qué podemos hacer frente a un problema?
Imagínate lo que paso por la mente del pueblo de Israel, cuando salieron de Egipto y el faraón venia detrás de ellos. No tenían ningún lugar para escapar, frente a ellos estaba el Mar Rojo y tras de ellos el faraón con todo su ejercito, listo para matarlos. Dios quería que ellos estuvieran en una situación así, para mostrar su gloria. Todos sabemos que el Mar Rojo se abrió y el pueblo de Israel paso en medio de él.  Pero antes de que esto pasará, el pueblo tuvo que ser afligido a tal forma que pensaba que moriría.


 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Santiago 1:2-4 


Cuando las cosas están mal, nos centramos tanto en nuestro problema y olvidamos que tenemos un Dios tan grande y poderoso. Que puede cambiar nuestra situación de un momento a otro. No seas pesimista, los cristianos siempre se caracterizan por ser positivos y siempre confiar en Dios. Todo lo que pase en tu vida tiene un propósito y Dios tiene el control de tu situación. Recuerda no puedes ver un arco iris, sin antes vivir una gran tormenta. Dios no puede bendecir tu vida, sin antes probar si verdaderamente esta preparado.

 Los Cristianos debemos tener una actitud positiva ante las situaciones difíciles que se nos presenten
Fe en los tiempos difíciles
Me impresiona grandemente la forma en que David (el escritor de todos los salmos), se expresa ante Dios, cuando esta pasando tiempos difíciles. Él, le dice a Dios: Tu eres mi amparo y mi fortaleza, mi pronto auxilio en las tribulaciones. Salmo 46:1.   Este es un gran ejemplo para cuando nosotros estemos en problemas. No dejes que tus aflicciones sean un motivo para apartarte de Dios. Al contrario has que tus problemas te acerquen a Dios para que el glorifique su nombre en tu vida.
Consejos rápidos
Cuando estés pasando por una dificultad lee el libro de Salmos y encontraras mucha ayuda. No pases tiempo solo, pídele en oración a Dios que te ayude a superar tu situación. Si puedes ayunar este es un momento para hacerlo. Debes rodearte de las personas que te tienen cariño (amigos, hermanos de la iglesia, familia). Se paciente y veras como Dios resuelve todos las situaciones difíciles y problemas que tengas en tu vida.