Nadie debería hacerte de menos por razón de tu edad, género,
nacionalidad, estudios o situación financiera. La gente tratará de
menoscabarte, pero si depositas tu confianza en Dios, Él te levantará.
Timoteo comenzó a predicar en su adolescencia. Luego fue el compañero de
viajes de Pablo, posición de gran honor e importancia. Pero en la
sociedad de entonces, no se consideraba que eras un hombre hecho y
derecho hasta que tenías treinta años. Según eso, Timoteo no cumplía los
requisitos para liderar y por lo tanto fue objeto de críticas. Por ello
escribió Pablo: “Que nadie te tenga en poco por ser joven…” (1
Timoteo 4:12 CST) Para Dios, no es la edad lo que te capacita para hacer
algo, sino la profundidad de tu vida.
Fijémonos en las credenciales de Timoteo: “…Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras…” (2 Timoteo 3:15). Timoteo fue criado en la Palabra de Dios y cimentado en sus verdades. “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5). Pablo escribe entonces a la iglesia de Filipos y les dice: “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo… porque no tengo a ningún otro que comparta mis sentimientos y que tan sinceramente se interese por vosotros… Ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (Filipenses 2:19-22). El derecho de trabajar en el servicio de Dios no te lo dan tus años en la tierra, sino tu experiencia con Dios, y tu grado de crecimiento y gracia en Su Palabra.
Fijémonos en las credenciales de Timoteo: “…Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras…” (2 Timoteo 3:15). Timoteo fue criado en la Palabra de Dios y cimentado en sus verdades. “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5). Pablo escribe entonces a la iglesia de Filipos y les dice: “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo… porque no tengo a ningún otro que comparta mis sentimientos y que tan sinceramente se interese por vosotros… Ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (Filipenses 2:19-22). El derecho de trabajar en el servicio de Dios no te lo dan tus años en la tierra, sino tu experiencia con Dios, y tu grado de crecimiento y gracia en Su Palabra.